Chubut y el justicialismo: devórame otra vez

Por Sebastián Sayago

En los inicios de los ‘90, el dúo español Azúcar Moreno hizo una versión exitosa de la canción Ven, devórame otra vez. La letra, como muchos recordaremos o como se puede inferir fácilmente del título, refiere una relación erótica entre una persona que anhela ser objeto de la pasión sexual de otra. En esa época, Oscar Landi publicó un libro titulado Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente, qué hace la gente con la televisión. En él, el autor analizaba la capacidad de este medio de comunicación para reabsorber géneros culturales, banalizar temas y crear nuevas prácticas de consumo. Así, por ejemplo, el zapping constituía el estricto espacio de libertad de un sujeto activo (tan activo como podía serlo en una relación claramente asimétrica). La analogía con la relación erótica tematizada en la canción es muy clara: el televidente responde a la promesa de novedad de la televisión y acepta su sumisión. Se entrega una y otra vez, ansiando una satisfacción que nunca se completa.

Reunión de funcionarios, políticos y empresarios peronistas en Trelew: “… y la ambición por el poder los amontona”. Foto: Metadata

En la política, esta relación imaginaria con un otro que finalmente nos valore, nos proteja y nos represente es fundamental. Se trata, por supuesto, de una proyección generalmente fallida, lo que ocasiona un malestar al que estamos acostumbrados. Es el juego de esta democracia representativa. “Los políticos son todos iguales” o “La política es sucia” son frases que resumen esta lógica de la frustración permanente.

La memoria como plato de entrada

La situación en Chubut no es la excepción a este modo de política. Es más, tal vez sea uno de los ejemplos más claros que los argentinos tengamos a mano.

Desde 2003, la provincia está administrada por diferentes corrientes del justicialismo, cuyas principales diferencias radican en el grado de adhesión o distanciamiento del kirchnerismo. En estas dos décadas, hubo muchos cambios de camiseta. Mario Das Neves (gobernador entre 2003-2011 y 2015-2017) fue kirchnerista y luego opositor; su ahijado político Martín Buzzi (gobernador entre 2011-2015) traicionó a Das Neves y se hizo kirchnerista apenas asumió, Mariano Arcioni (gobernador desde 2017 hasta la actualidad) hizo lo mismo que Buzzi, luego del fallecimiento de Das Neves.

La interna justicialista domina la política oficial: una fracción gana y la otra es la principal fuerza de la oposición. Luego, con los previsibles cambios de camiseta, los que estaban en un lugar pasan al otro y así mantienen la noria en funcionamiento. Para ello, lo primero que tienen que comer es la memoria: la triste historia de Chubut no tiene responsables, nadie tiene la culpa. Los que están desde hace años aparecen ahora como si nunca hubieran estado, listos para salvar al pueblo de una crisis que cayó del cielo.

Hace unos días, en Trelew, se llevó a cabo una cumbre justicialista para avanzar en un acuerdo electoral. Estuvieron presentes: Ricardo Sastre (el vicegobernador), Gustavo Sastre (el intendente de Puerto Madryn), Adrián Maderna (intendente de Trelew), Juan Pablo Luque (intendente de Comodoro Rivadavia), el presidente del PJ Carlos Linares, el exvicegobernador Gustavo MacKarthy y los empresarios Jorge Aidar Bestene y Cristóbal López. Si bien manifestaron un discurso de unidad, todo hace pensar que este movimiento servirá también para sacar algunas figuras del escenario inmediato.

Luego de la reunión, el intendente de Puerto Madryn dijo que la idea es trabajar en unidad “para poder posicionar definitivamente al Partido Justicialista en el lugar que nunca debe haber perdido”. La expresión es por lo menos curiosa, ya que el justicialismo es el responsable de la administración de la provincia desde el 2003 y en este momento su propio hermano es el vicegobernador.

El amargo sabor de la megaminería

El encuentro se llevó a cabo a la sombra de una enorme crisis financiera y política, iniciada en el gobierno de Martín Buzzi, quien inauguró una vía de endeudamiento externo continuada por los mandatarios que le sucedieron. En ese momento, el vicegobernador era Gustavo MacKarthy, quien, entre otras cosas, presidía la legislatura que produjo la bochornosa traición a la Iniciativa Popular que, en 2014, intentó prohibir la megaminería. La foto del diputado Gustavo Muñiz recibiendo pedidos del gerente de Yamana Gold en plena sesión también lo inculpa a él, que avaló todo lo ocurrido allí. Muñiz respondía políticamente al vicegobernador (y a las mineras, claro).

La deuda externa continuó creciendo en el tercer mandato de Das Neves, con Arcioni como vicegobernador, y, desde 2019, con Arcioni como gobernador y Ricardo Sastre como vice.

Parte de esa deuda tuvo un destino oscuro y, por supuesto, como todos comen del mismo plato desde hace años, nadie estuvo ni está ni estará dispuesto a investigar qué pasó. El pueblo debe pagar los costos de una cena a la que no fue invitado.

En cuanto a la cuestión de la minería metalífera a cielo abierto, la gran mayoría de ellos (si no todos) está a favor, pero no lo declara públicamente. La historia de cada uno habla por sí sola, dice lo que ellos prefieren callar, sobre todo en período de campaña.

Ricardo Sastre respaldó la propuesta electoral de Arcioni, con un fuerte énfasis en la oposición a la megaminería. Luego acompañó al gobernador en la panquequeada y pasó a la defensa del proyecto de zonificación que pretende habilitarla. Unos años antes, en tiempos de Macri, Linares había participado con entusiasmo en una cumbre minera organizada por el ministro de Energía Juan José Aranguren, en Telsen. Ahora, como parte de la interna justicialista, dice que no apoya el proyecto de zonificación, pero no que rechaza la megaminería.

Hace unas semanas, la legislatura rechazó la segunda Iniciativa Popular (también presentada para prohibir definitivamente esta industria extractiva). Lo hizo de una manera totalmente irrespetuosa y antidemocrática: sin tratamiento siquiera. Ninguno de los participantes en esa cumbre puso la cara para defenderla ni denunció las maniobras del gobierno.

Ahora se vienen las elecciones e intentarán desviar la atención. Como en la televisión, cambiar de programa. Pasar de Mirtha Legrand a Tinelli, o lo que sea.

El protagonismo del pueblo

Esos comensales confían en que nuevamente pueden engañar al pueblo. Pretenden presentarse otra vez como la promesa del cambio, la salvación ante una crisis fatal e inexplicable. Se pondrán el traje, sonreirán para la foto y, con un slogan falaz y marketinero, intentarán seducir a los votantes. Tal vez, casi a desgano, ellos acudan a la cita, mascullando frases como “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, “Hay que votar a lo menos malo”, “Los otros son peores”, “No hay alternativa”, etc.

Sin embargo, el pueblo puede aprovechar la experiencia de años de lucha y de frustración para rebelarse y dejar de ser el plato de una fiesta ajena. Hay una esperanza y reside en la voluntad de protagonismo. Que esa gente no hable por nosotros. No nos representan. No nos han representado nunca y es hora de dejarlo en claro.

Para ello, hay que profundizar las prácticas de participación, la socialización de la información, la comunicación entre vecinos y el fortalecimiento de las identidades de clase. Por que, al final, se trata de eso, de la contradicción fundamental, de ese antagonismo que hace que la verdadera grieta sea la que separa a los trabajadores de los grupos que tienen el poder económico y político institucional. Y ellos, esos conocidos comensales, con traje político, están del otro lado.