Sebastián Sayago
Hay una grieta que atraviesa Chubut: en un lado, está el lobby minero y, en el otro, el pueblo.
Pese a toda la plata que desde hace años está poniendo, el lobby no logró torcer la voluntad popular. No hay licencia social para la megaminería. Por más que el gobierno y la prensa quieran fingir que la situación es distinta, es evidente que la mayoría de la gente está en contra.
Este jueves, en un encuentro virtual con funcionarios políticos e integrantes del lobby, el gobernador Mariano Arcioni anunció su decisión de enviar a la Legislatura un proyecto que habilite la megaminería. Dijo que lo hacía en nombre del pueblo y que no iba a ceder ante la oposición de “quinientos ruidosos”. Como siempre hacen los promineros, insistió en la necesidad de “dar el debate”, entendiendo siempre que “dar el debate” se reduce a ‘aprobar la megaminería’ (pobre idea de debate, ¿no?).
Llama la atención que Arcioni afirme que la oposición a la minería metalífera a cielo abierto sea responsabilidad de “500 ruidosos”, cuando sabe bien que el Segundo Proyecto de Iniciativa Popular fue avalado por más de 30.000 personas. No es una confusión de números, es simplemente desprecio por el pueblo.
Bastante más de “500 ruidosos”
El rechazo a la megaminería se expresó por primera vez y de manera contundente en 2003, en Esquel. También, de manera formal, en el Primer Proyecto de Iniciativa Popular, presentado en 2014, respaldado por más de 13.000 firmas, y ahora en el Segundo Proyecto de Iniciativa Popular, respaldado por más de 30.000 firmas. El rechazo se expresa de múltiples formas y de manera continua.
Dice el gobierno que el proyecto desarrollo minero que presenta cuenta con aval científico y, para demostrarlo, convoca a la denominada “Red de Académicos por la Minería Sustentable”, un grupo de docentes e investigadores universitarios que han sido funcionarios del área de minería, empleados de empresas mineras o asesores. Es decir, en su gran mayoría, es gente que cobra o ha cobrado por trabajar en el área.
En Chubut, la Universidad Nacional de la Patagonia y el CENPAT-CONICET se han manifestado en contra de la megaminería. También, muchas cátedras abiertas de la Universidad, institutos, grupos de investigación, docentes y estudiantes.
Además de instituciones académicas, se han pronunciado en el mismo sentido comunidades mapuche-tehuelche, gremios y diferentes partidos políticos, entre otros.
No es una movida reducida a las asambleas de vecinos y a otros grupos socioambientales (aunque nada de esto hubiera sido posible sin su compromiso y perseverancia). Somos muchos más de 500.
El vergonzoso rol de los medios comerciales
La mayoría de los medios comerciales de la provincia (ADNSur, El Patagónico, El Chubut, Jornada, Diario de Madryn) se han puesto del lado del lobby y han renunciado a su tarea de informar. De manera deliberada y sistemática invisibilizan y subestiman las voces y las acciones de miles de personas que, en diferentes lugares, se movilizan para oponerse a la embestida minera.
Hay que separar, por supuesto, a los trabajadores de prensa de las empresas. Muchos periodistas no comparten la línea editorial del medio en el que desempeñan sus funciones y saben que los dueños y directores siguen intereses espurios. Incluso, sienten frustración y vergüenza. No han estudiado para esto. No han elegido esta profesión para participar en un diario o una radio que intentan manipular la opinión pública y, en definitiva, actuar antidemocráticamente.
Los estudiantes de Comunicación Social tienen en esta cuestión una formidable oportunidad para reflexionar sobre su formación y las prácticas profesionales. Hay comunicadores que, cuando celebran el Día del Periodista, reivindican la memoria de Rodolfo Walsh, pero sus prácticas cotidianas poco tienen que ver con la defensa de la verdad y la justicia.
El rol servil de la prensa comercial nos debe hacer pensar a todos acerca de las características de esta democracia. El gobierno (en este caso, asociado al lobby minero) utiliza la prensa para legitimar decisiones fraudulentas. Y la prensa se convierte en la reproductora acrítica de gacetillas que dicen que todo está bien, que la provincia está cada vez mejor, que la minería es la única oportunidad de desarrollo para la Meseta, que nos sacará de la crisis, bla, bla, bla.
Si la prensa comercial miente y oculta información, hay que acudir a otros canales. En esta línea, los medios comunitarios y la prensa alternativa cumplen una función política y democrática fundamental, porque dicen lo que otros callan. Y eso es importante para saber dónde estamos parados y recomponer esa enorme trama de solidaridad, frustraciones y esperanza que es el pueblo.
Más allá del “No es No”
Las numerosas y continuas actividades que en toda la provincia, desde hace años, se realizan en contra de la megaminería tienen como consigna unificadora el “No es No”. Es un “No” que exige que se respete la voluntad popular, que se impida que un grupo vivos juegue con las necesidades de la gente.
El “No a la megaminería” no es un “No al desarrollo”. Es un rechazo a una clase de desarrollo, asociado al saqueo de recursos, a la contaminación y espejitos de colores, al pan para hoy y hambre para mañana.
Es también un pedido de desarrollo sustentable, de un modelo de producción en armonía con la naturaleza y el ecosistema, una economía más comunitaria e inclusiva, que respete las identidades de los pueblos que habitan en Chubut. Detrás del “No es No”, hay un “Sí a la Vida”, a la esperanza de una vida mejor.
Tenemos derecho a elegir nuestro futuro.