Ceferino San Martín es oriundo de Gastre y reside en Puerto Madryn. Como numerosos/as vecinos/as en los últimos años ha visto el avance de la minera Pan American Silver en las localidades de la meseta central de la provincia. En diálogo con Radio Sudaca, comentó sobre las acciones que la empresa desarrolla para legitimar la actividad extractiva y adquirir la licencia social para el proyecto Navidad.
Ceferino contó que en el año 2008 Pan American Silver compró un espacio de Sierra Rosada y a partir de allí se instaló firmemente en Gastre. Desde entonces no ha dejado de presionar a las y los vecinos de la localidad, ofreciéndoles dinero y facilitándoles servicios para ganar su apoyo en relación al proyecto Navidad.
Este tipo de acciones se han profundizado durante este 2020 debido a la desatención de las necesidades sociales y laborales de las y los pobladores de la meseta por parte del gobierno provincial. Hay que tener en cuenta también que el contexto de crisis sanitaria por la pandemia de Covid-19 y las intensas nevadas registradas en este último invierno, posibilitaron que se profundizaran las necesidades existentes y surgieran otras nuevas. “Entregan cosas, ahora era leña porque buscan la zonificación. Lo que quieren es partir la provincia en dos y desorganizar las luchas así la gente de la meseta que tiene necesidad vota por el proyecto (…) Lo que hay que entender es que el que viene de afuera no viene a hacer beneficencia, viene a invertir plata para ganar plata, nada más”, afirmó Ceferino.
En alusión a las movilizaciones a favor de la actividad minera que toman gran repercusión en los medios tradicionales y masivos del valle y la costa, expresó: “En Gastre los que salen a marchar, lo hacen de la mano de la minera y de Genaro Pérez, el operador de la empresa. Parece que se olvida que lo han elegido para que represente al pueblo. Los dos o tres que marchan ahí no son los que representan al pueblo, son las familias de los pocos empleados que tiene la minera”.
Para finalizar, San Martín recordó que cuando empezó la lucha antiminera, en el 2002, quienes se manifestaban en contra de la actividad eran pocos y eran vistos con recelo, mal recibidos por parte de los demás vecinos y vecinas. Con el paso de los años, esto cambió producto de que comenzaron a informarse e interiorizarse sobre el impacto negativo de la actividad extractiva en el ambiente y la salud de quienes habitan los territorios cercanos a los proyectos.