Ni una menos: la deuda es con nosotres

Ni una menos: la deuda es con nosotres

Usamos tapabocas pero no estamos calladas. Estamos hartas.
No daremos cifras. No somos números, no somos la cuerpa que muere asesinada por un femicida cada treintas horas. Somos nuestros relatos. Somos un nombre propio, con historias y memorias, y experiencias. Somos proyecto, somos presente y somos futuro. Somos les hijxs víctimas directas de esos malos tratos. Somos los afectos desarmados, los miedos sufridos, y también la furia, la bronca, el hastío. Somos las palabras que merecen salir, denunciar las violencias, sacudir el sistema, y deconstruirlo todo, todo, todo, … para que las formas de relación sean otras. Para que los valores que primen en la sociedad sean el cuidado mutuo y responsable, la construcción de mundos sostenibles, para nosotrxs y quienes nos herederán.

Todas las crisis son un golpe duro para nosotrxs, las mujeres, las disidencias, las infancias, las personas en situación de vulnerabilidad, las personas del colectivo lgtttbiq y diversidades miles. En esta crisis sistémica global, y provincial, se erosionan especialmente nuestros derechos. No sólo por los efectos devastadores sobre nuestras condiciones materiales de vida, por el deterioro de la casa común, por la agudización de los daños emocionales generados por una sociedad y una época violenta. También se perjudican nuestros derechos cuando se magnifican las diferencias entre las posiciones que ocupamos en la vida social y, con ello, las desigualdades.

La división sexual del trabajo que insiste en la separación entre quienes deben estar en el espacio privado y quienes tienen derecho a estar en el público se hacen más profunda en estas coyunturas. El teletrabajo que se anuncia en estos tiempos supone otra forma de las desigualdades de género, lo vemos. Los comedores, merenderos, y organizaciones para sobrevivir a la devacle surgen de la mano de compañeras que se auxilian, para auxiliar.
Suele ocurrir también que las mujeres somos desplazadas como agentes capaces de gestionar las crisis y aparecen los “hombres fuertes”, y con relatos belicistas tratan la lucha contra el virus como una guerra, resuelven con violencia, con amenazas, con represión.

La crisis de cuidados no es nueva, pero en las crisis actuales, reaparece con mucha más fuerza. Es una crisis que se genera a partir de la insuficiencia del Estado como garante de servicios públicos de cuidado, y de la incorporación masiva de las mujeres en el mercado laboral. Afuera de las casas, somos mal pagadas, tenemos peores salarios, malas condiciones de trabajo. Adentro, seguimos con mayor carga horaria dedicada a tareas de cuidado en relación a nuestros compañeros, quienes no sostienen una familia monomarental. Nuestra entrega en tiempo trabajado para el cuidado nunca se refleja en el Producto Bruto Interno de los países. Aportamos la mano de obra que sostiene estas sociedades, y de eso no retribuye, no se reconoce, no valora.
Por otra parte, la cuarentena ha hecho que los niveles de violencia machista hayan crecido enormemente, y no paramos de contar denuncias por violencia, y hermanas muertas en casi todos los sitios del planeta por la violencia machista. Y eso duele. Por acá dicen, que disminuyeron los delitos callejeros, menos los relacionados a violencias de género.

El tratamiento mediático de los femicidios ha ido incorporando una perspectiva de género, pero aún falta mucho por hacer. Desde los medios alternativos hay una construcción que pone en primera persona las voces de las mujeres y disidencias, que resguarda a las victimas.
Mientras nosotrxs, las mujeres originarias, de la ciudad, las de los barrios, las disidentes, las feministas, las estudiantes, las cuidadoras, las trabajadoras, estemos en minoría entre quienes deciden cómo responder a la crisis, la respuesta será siempre insuficiente para nosotras.

Esta economía patriarcal ha delegado de manera creciente en los hogares y en el trabajo no remunerado el cuidado de la vida. Pero por otra parte, no cuida de esos cuerpos, y esas cuerpas que se acercan al agotamiento. Debemos sobrevivir al medio ambiente que se deteriora a paso rápido, a la economía ingrata, a los atropellos institucionales, a las agresiones simbólicas, a los golpes, a dolor de los feminicidios. Todo porque existe un sistema de acumulación financiera ilimitada, que pone en riesgo las vidas, porque valora mucho más el mercado. Pero eso ya no se puede sostener. Porque sin vida no habrá economía, ni planeta, ni historias que inventar.

Decimos: ¡EL MACHISMO ES EL VIRUS, LA PANDEMIA ES EL CAPITALISMO!

Texto de la colectiva de mujeres y disidencias de #RadioSudaca
Ilustración: Trewelina