Integrantes del Colectivo Sudaca salieron a recorrer el asentamiento La Esperanza para conocer cómo había afectado el temporal a les vecinxs, olvidados y postergados por las distintas gestiones gubernamentales. El asentamiento ocupa alrededor de dos manzanas juntas, sin lotear, que aloja cerca de 20 familias. Las viviendas son construidas con tirante, chapa, nylon y otros materiales reciclados, teniendo una conexión precaria de agua y luz.
tormenta.
Lluvia, viento, barro, y frío en los lotes sin servicio alguno. No hay leña seca, ni frazada en estas horas. Tal vez, muy pronto, llueva copiosamente sobre las casitas de chapa con el nylon nuevo y sin arrugas. Isabel sólo quiere malvones y semillas de flores para su vivienda. Héctor, mientras palea el barro de su rancho, se emociona al contarnos que después de muchos años logró que le salga la pensión; a Domingo las palabras se le desbordan, como el agua por debajo de las puertas, pero en esa cruda realidad habla de cómo son tratados cuando pasan el muro invisible que separa el asentamiento de la “ciudad”: “creen que soy ignorante, que no sé hablar, que no tengo derechos, pero yo tengo bien en claro mis derechos”. Algunos pibes se hacen mayores antes de terminar su infancia.
Estamos hablando de una realidad donde a 20 familias de la ciudad de Trelew se le vulnera el derecho a la vivienda digna, a la salud, al bienestar. Donde una clase política de gestión estatal no puede garantizar el acceso y cumplimiento de estos derechos.